jueves, 24 de mayo de 2012

BUENOS VECINOS (2 de abril de 2012)


Diario Montañés, 2 de abril de 2012

Vengo manteniendo reiteradamente que en el campo cultural se pueden hacer muchos proyectos con propuestas imaginativas. Nadie debe ampararse en la crisis para justificar su inoperancia, porque la cultura, pese a lo que se cree comúnmente, no es cara. O no tiene que serlo.
Precisamente, en una de esas iniciativas imaginativas dignas de aplauso, nacida por impulso de la capital cántabra, los alcaldes de Santander y Bilbao van a firmar un proyecto de colaboración –haciendo especial incidencia en las sinergias culturales– del que ambas ciudades van a salir favorecidas.
El vecino vasco ha sido maltratado con machacona insistencia por partidos y analistas políticos, que proyectaban la parte terrorista en el todo social. Ello nos ha llevado a darles la espalda erróneamente, aunque, si bien de reojo, intentando copiar siempre sus cosas buenas.
Es el momento de romper con esa mala prensa, en la que también ha incidido el hecho de que ellos, más poderosos que nosotros, se hayan quedado con la responsabilidad de algunas de nuestras empresas más emblemáticas. Es el momento de aprender a mirarnos a los ojos, con otros ojos. Es el momento de llevarnos como buenos vecinos.
El vasco, con un sentido empresarial innato, ha sabido mantener su tejido industrial pese a la presión del terrorismo, y cuando la reconversión industrial se llevó por delante empresas punteras del Gran Bilbao, supo remozar la ciudad hasta convertirla en una de las más atractivas del norte de España, y en un referente cultural.
Bienvenidos sean esos acuerdos de colaboración, de los que sólo podemos obtener ventajas. Una colaboración, un intercambio, que los ciudadanos, motu proprio, han puesto en marcha ya hace años, cada uno aprovechando lo mejor que le ofrece la ciudad del otro: ellos vienen a disfrutar de nuestro paisaje, de nuestras playas y de nuestros vuelos baratos; nosotros vamos a cubrir en su aeropuerto los destinos que no tenemos en el nuestro, a sus museos, a los conciertos, a los eventos del BEC... y a IKEA.
Que cien kilómetros no es nada.

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