El Diario Montañés, 27 de enero de 2013
Hay
días en los que uno no está para nada. La crisis pesa como una losa y la
melancolía se apodera del ánimo. Hoy es uno de esos días. Aunque a comienzos de
este año hice el firme propósito de abandonar la acidez de mis artículos, la
hemeroteca está ahí, machacona, y me recuerda las palabras que en su día
pronunció Ignacio Diego cargadas de indignación: «Bárcenas defiende los
intereses de los cántabros más que Revilla; otros campan a sus anchas mientras
el senador cántabro es injustamente acosado». Y soy yo quien se indigna y se
desazona.
¡El
senador cántabro injustamente acosado!... En boca cerrada no entran moscas,
pero en la mía cabe un enjambre, debe de pensar nuestro presidente ahora que la
sucia trama de los paraísos fiscales y el pago en dinero negro a cargos
políticos comienza desvelarse. Los ciudadanos normales, que sólo tenemos negro
el futuro, estamos seguros de que Bárcenas estuvo en el Senado para defender
sus intereses antes que los nuestros. ¿Qué conocía de Cantabria? ¿Qué de
Santander? Si acaso locales de copas en los que salirse de cascos. Y la bahía
desde el barco de algún amigo, que entre senadores anda la navegación.
Menos
mal que hay iniciativas solidarias que ofrecen cierta esperanza en el ser
humano. Como la que puso en marcha el año pasado el Ayuntamiento de Santander,
que ha conseguido recaudar, desde el ámbito del deporte, la cultura y el ocio,
casi 55.000 euros para repartir entre instituciones benéficas. O la del Banco
de Alimentos de Cantabria, que atendió a 22.500 personas. O la de Cruz Roja,
que se ocupó de 7.500 afectados por la crisis. O la de tantas personas que
trabajan para los demás desde el anonimato.
Una
pena que tantos esfuerzos no alcancen, ni de cerca, los 22 millones de euros
que ocultaba el senador corrupto en cuentas opacas, y no precisamente para
defender los intereses de los cántabros.
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