jueves, 7 de febrero de 2013

ENTRE COLAS (6 de febrero de 2013)


El Diario Montañés, 6 de febrero de 2013

Todos guardaremos cola alguna vez en nuestra vida. Colas en las rebajas, colas en las taquillas de los cines, colas en los baños, colas en los bancos, colas en el médico, colas en las oficinas de empleo... Colas bien regladas 
–de las de coger número o con raya en el suelo–, o más de andar por casa 
–las que dependen de la buena voluntad de los individuos, que preguntan educadamente quién es el último–. Pero colas, al fin y al cabo. Es nuestro sino. Ahora también –quién lo iba a decir– los estudiantes tienen que hacer cola en las puertas de las bibliotecas de la Universidad los fines de semana para optar a un lugar cómodo donde preparar los exámenes.
«Seis días tienes para trabajar y hacer tus quehaceres. Pero el día séptimo es el descanso en honor de Yavé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu servidor, ni tu sirvienta, ni tu buey, ni tu burro...», dice el ‘Deuteronomio’, ese testamento espiritual de Moisés. Quizá por seguir al pie de la letra la sentencia, el consejero de la cosa cultural decidió hace unos meses cerrar la Biblioteca Central los sábados por la tarde y todos los domingos, y lo hizo con tan excesivo celo que más que velar por el descanso de los trabajadores, lo perpetuó, eliminando de un plumazo los puestos de trabajo y propiciando el éxodo de los usuarios hacia los centros que aún permanecen abiertos.
Es encomiable que los jóvenes quieran estudiar también los fines de semana. Nadie les debería poner dificultades, y menos quienes tienen la responsabilidad de velar por la educación y la cultura. Una generación anterior dejó los estudios ante el dinero fácil del ladrillo, y ahora son parados sin cualificación ni futuro laboral. En este país hubo un tiempo en el que se apreciaron más los libros de cuentas que los de cuentos. Y así nos está yendo.

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