El Diario Montañés, 3 de julio de 2013
El BOE de 5 de mayo de 2004
recoge los resultados de las elecciones generales celebradas el 14 de marzo e
incluye «la relación de Senadores proclamados electos en cada circunscripción,
con indicación en cada caso de la formación política a la que pertenecen y el
número de votos obtenidos». Y ahí aparece, en la circunscripción de Cantabria,
en primer lugar, el más listo de la lista, Luis Bárcenas, del Partido Popular,
con 180.706 votos, 983 más que Gonzalo Piñeiro, 3.434 más que Alberto Terán y
39.517 más que Jaime Blanco. Casi nada.
Ante estos resultados cabe
preguntarse a quién votamos cuando votamos, o mejor, a quiénes nos coloca cada
partido en las listas –atendiendo a saber qué intereses– para que los votemos
como obedientes corderillos.
La semana pasada el ex senador
del PP por Cantabria, campeón presunto de todos los fraudes, ingresó, por fin,
en prisión sin fianza, aunque Alfonso Trallero, su abogado, glorificando el
apellido, sacara el látigo dialéctico y arguyera que «lo que no se puede decir
es que porque uno tenga 25, 30 o 40 millones de euros en Suiza, esos millones
tienen un origen delictivo […] y es imposible que el señor Bárcenas se pueda
fugar y pueda destruir pruebas, es una de las personas más conocidas y tiene
una fisonomía que se le reconoce en cualquier parte del mundo a la que vaya».
Conocido sí que es, sobre todo por caradura, pero ello no implica que no pueda
fugarse: quien ha demostrado ser mago del escapismo financiero, puede estar a
un paso de serlo también del físico.
Hay quien dice que algunos mandos
del Partido Popular no verían mal esa fuga, para no tener que estar pendientes
de que al reo se le afloje la lengua y cante cuanto sabe. Sin embargo, casi
tengo la certidumbre de que la inmensa mayoría de las 180.706 personas que le votaron,
aun sin ser culpables de nada, se sienten ahora más aliviadas.
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