El Diario Montañés, 28 de agosto de 2013
Por
el aire nos ha llegado desde China la «avispilla del castaño». Según las
crónicas, el insecto no resulta peligroso para la especie humana –se apunta con
precisión, sin duda basada en la experiencia, que su «picadura apenas duele
como la de un mosquito»–, pero es muy perjudicial para uno de nuestros árboles
más queridos. Al parecer, el animalillo pone sus huevos en las ramas y evita la
floración, que –Fray Luis lo expresó como nadie– ya es una muestra en esperanza
del fruto cierto. Y con la pérdida del fruto peligra un alimento que nos viene
acompañando desde tiempos paleolíticos y la transmisión de muchas de nuestras
tradiciones, que suele tener lugar en torno a la magosta en las conversaciones
de las tardes otoñales.
También
por el aire, pero en vuelo charter, tenía que haber llegado a Santander la
Orquesta Filarmónica della Scala para la clausura del FIS. Pero ante el impago
del billete de avión por parte de sus responsables, los componentes de la banda
se han ido con la música a otra parte, y el público, que había pagado
religiosamente para ver su actuación, se ha quedado sin concierto y
desconcertado.
Cuando
hace unos pocos meses Íñigo de la Serna comunicó el nombramiento del nuevo
director, dijo a la prensa que el de Santander era un festival «señalado dentro
y fuera» de España. Sin duda, el alcalde se refería a la fama que había
alcanzado tras más de sesenta años de actividad, y no a situaciones como ésta,
que han llevado a que algunos lo señalen ahora como «el paria del mundo de los
festivales». Eso sin mencionar que, según parece, ha sido prudentemente «retirado»
de la Asociación Europea de Festivales.
Como en la parábola del camello y la
aguja –con los responsables culturales que padecemos últimamente en Cantabria,
dedicados a defender intereses de difícil explicación–, es más fácil que nos
llegue un enjambre desde China, que traer una orquesta desde Italia.
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