martes, 18 de febrero de 2014

MALOS PASTORES (19 de febrero de 2014)


El Diario Montañés, 19 de febrero de 2014

Cuando algunos comenzaban a estar de acuerdo con el primo de Rajoy y su teoría de que es imposible predecir lo que sucederá dentro de trescientos años, han venido una tras otra las anunciadas ventiscas explosivas para demostrarnos que ante la naturaleza no somos nada. Las costas sin ley han sido arrasadas por la fuerza de la mar, que guarda memoria de cuáles eran sus fronteras y vuelve para recuperarlas, advirtiéndonos de que dentro de trescientos años nada de lo que ahora está ahí seguirá estando. Y eso es seguro, porque, aunque nosotros ya no podremos comprobarlo, la mar regresará incansable año tras año con sus golpes insistentes de espuma destructora.
Sospecho que cuando Mariano puso a su primo como ejemplo sólo pretendía tranquilizarnos ante los agoreros apocalípticos que pregonan que el fin de los tiempos llegará por calentamientos globales. Porque ésa es la labor de los políticos cuando adquieren la responsabilidad del buen gobierno: ofrecernos la tranquilidad de su pastoreo para que mantengamos sumisos el silencio de los corderos.
Sin embargo, los corderos en ocasiones desconfían de los caminos por los que transita el pastor. De nada valen las bonanzas que proclaman a los cuatro vientos cuando pregonan recuperaciones económicas palpables y salidas inminentes de la crisis. De nada la repetición continua de que las cosas van mejor que hace unos años. De nada las promesas de la tenue luz que parpadea, dudosa, al final del túnel. Cuando han tenido la voz y la palabra, unos cuantos cántabros, que estadísticamente nos representan a todos, han dejado claro que llegan con muchos problemas a fin de mes, que hay más parados que nunca en su entorno inseguro, y que tienen tanto miedo a su futuro como al de la región. Nadie les preguntó si tenían confianza en que otros pastores pudieran guiarlos mejor. Pero tenían claro que éstos, cegados por la niebla de las consignas partidistas, no son capaces siquiera de reconocer el abismo para así poder sortearlo.

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