martes, 22 de abril de 2014

EL PRESIDENTE EN SU OTOÑO (23 de abril de 2014)


El Diario Montañés, 23 de abril de 2014

Muchos años después, frente a la casa de los gorilas, el anciano expresidente había de recordar aquella mañana remota en que la justicia emitió su fallo. Había pretendido que acusaran de prevaricación al consejero que ordenó construirla, pero, pese a que una magistrada afín mostró con un voto particular su disconformidad con el veredicto, no lo consiguió. La situación era tan difícil en los tiempos de su mandato, que apenas le dejó gobernar como hubiera querido. Primero tuvo que luchar contra la nefasta herencia económica de los anteriores responsables; después, contra la incomprensión de quienes le criticaban y se oponían a todo cuanto quería emprender. Fue entonces cuando surgió el rumor de su mal carácter, que extendió como reguero de pólvora aquel hombre pequeño de verbo fácil y bigote poblado que tan bien se entendía con los medios de comunicación. Pagó, como nunca pudo sospechar, el instante maldito en que llevado por la ira pisoteó el puro que su contrincante político había dejado en la repisa de una ventana del parlamento cuando él estaba en la oposición. Aquel gesto que creyó inocente le acompañó como una losa pesada de la que ya no logró desprenderse, y trajo la posterior maledicencia. Sus enemigos trasmitieron el infundio de que había dedicado la legislatura a perseguir a la oposición para aniquilarla. De nada sirvieron sus intentos de acallarlo. Ahora, mientras contemplaba los movimientos de humanidad casi reflexiva de los primates, sumido en la memoria lejana de aquellos tiempos que la niebla de la distancia comenzaba a difuminar sin remedio, atrajo su atención la voz de otro anciano cuya cara le resultó familiar, pero que no consiguió identificar pese a sus esfuerzos. Hablaba a unos niños que le acompañaban, quizás sus nietos, acaso sus bisnietos. Cuando abandonó el recinto, creyó entender que le había dirigido una sonrisa socarrona y la luminosa mirada de unos ojillos pícaros, al tiempo que le decía: «Tempus fugit, Didacus. Carpe diem». («El tiempo vuela, Diego. Aprovecha el momento»).

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