El Diario Montañés, 25 de junio de 2014
Tengo que
escribir mi artículo de los miércoles, me digo en un respiro que me concede el
dolor. Esta semana hay muchos temas para opinar. La cuestión es ponerse a ello.
Puedo hablar de la campaña mediática contra Pablo Iglesias. Y resaltar cómo la
«casta» política se ha puesto de acuerdo en airear sus trapos sucios, reales o
inventados, para, según dicen, protegernos del peligro que supone «una opción
prefabricada para llevarse el voto del hastío, cuyo programa económico
conduciría a España a más paro y más pobreza». Aunque yo creo que, más que
protegernos, pretenden protegerse a sí mismos y sus puestos. Ahí tendría un
buen tema, si la piedra que me está bajando por el uréter me deja tranquilo. Y bien
podía unir las prisas de este ataque con las prisas que se han dado los grandes
partidos en enrocar al rey con una protección jurídica exprés tras su
abdicación. Como si el monarca tuviera trapos sucios y los quisieran esconder.
Pero el ‘Nolotil’ líquido que me dan para el dolor me sume en un estado de
duermevela que traslada mi atención a otros asuntos, que van y vienen sin
sentido. (Será el ‘Nolotil’, o la pornografía: según el estudio de un instituto
alemán ver pornografía puede causar daños en el cerebro masculino –no
preocuparse, pues, las féminas consumidoras– y empequeñecer ese órgano; el
cerebro, claro). Y en ese ir y venir recuerdo, treinta y nueve años después,
los tiempos lejanos en que me enfrenté a la Selectividad. Fuimos la primera
promoción de estudiantes que probaba aquel examen novedoso. Como ahora,
aprobamos casi todos. Como ahora, algo no funcionaba bien en RENFE, porque un
compañero reinosano, que llegó al examen de milagro por una avería del tren,
dijo con sorna: ‘Quousque tandem abutere, catenaria, patientia nostra?’. (¿Hasta cuándo, catenaria, abusarás de nuestra
paciencia?).
Termino, y no
tengo claro que esto sea un artículo. Es como una piedra. Como la mía. O como un
ladrillo. No lo sé.
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