El Diario Montañés, 9 de julio de 2014
Íñigo Calvo, profesor de la
Escuela de Negocios de Deusto, ha expresado con autoridad académica lo que ya
sospechábamos muchos: «Hacía falta algo de austeridad, pero nos hemos pasado de
frenada. Después de casi seis años de recesión,
la devaluación de los salarios ha culminado con una gran
precarización del empleo». Al mismo tiempo que su afirmación, hemos conocido
esta semana que el gasto de las familias españolas ha sido por vez primera
superior a los ingresos. Y esto sólo tiene dos lecturas, o los españoles hemos
creído a pies juntillas los reiterados anuncios de la recuperación
macroeconómica que está viniendo y nos hemos vuelto manirrotos, o es que no
ganamos lo suficiente para poder cubrir nuestras necesidades más básicas.
Personalmente pienso que la verdadera es la segunda, y que la situación es muy
poco halagüeña, ahora que el perdón de las deudas ha sido eliminado hasta en el
Padrenuestro.
Este periódico daba recientemente
la noticia de un joven que había recibido nueve puntos de sutura en la cara y
no había denunciado a nadie. Lo que podía haber sido una desinteresada
manifestación de perdón fraterno se fue al traste cuando recibió la factura por
la asistencia médica. Entonces –la sombra del dinero hace que muchas voluntades
vacilen–, el agredido denunció a su agresor. Éste, al ser detenido, es posible
que maldijera entre dientes a quienes mantienen que nuestra Sanidad sigue
siendo universal y gratuita, porque ahora es él quien debe hacerse responsable
de todos los cargos. Adiós a los gestos generosos. Sálvese quien pueda.
Cualquier gasto imprevisto puede
quebrar bolsillos e intenciones. Por eso me preocupa últimamente que Felipe
Juan Froilán, con sus reiteradas malas notas, pueda hacer un agujero en el
presupuesto familiar borbónico. Ya ha repetido dos veces el segundo curso de la
ESO –pagando 330 euros mensuales en un colegio privado– y puede pasar el verano
«en un internado que les costará a sus padres 1.540 euros».
La
economía real no gana para sustos.
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