martes, 23 de septiembre de 2014

DESPEDIDAS (24 de septiembre de 2014)



El Diario Montañés, 24 de septiembre de 2014

El mundial de vela nos ha dejado casi al mismo tiempo que el verano. No tengo idea de cómo se ha desarrollado en lo concerniente a los aspectos deportivos y económicos. Desconozco si los campos de regatas eran adecuados o si los vientos fueron propicios. Ignoro si las condiciones logísticas que ofrecía Santander eran las idóneas para los deportistas. Tampoco tengo información fiable sobre si se recuperará o no la inversión realizada. Pero el éxito social ha sido indiscutible, no tanto por el aprecio de las gentes al desarrollo de una competición de la que la mayor parte desconocemos casi todo, cuanto porque hemos podido pasear una nueva ciudad que permanecía oculta tras los muros de la antigua industria naval.
Aprovechando el buen tiempo de septiembre los ciudadanos hemos peregrinado por la duna de Zaera, hemos visitado la zona marítima, hemos alternado en sus carpas y le hemos dado a las noches una apariencia que sólo he conocido en los veranos más bulliciosos de las ciudades turísticas. Y ahora que todo se va, porque nada dura para siempre, nos quedamos con cierta tristeza otoñal.
Es posible que también se despida Íñigo de la Serna en busca de nuevos derroteros. Ha estado muy desasistido en su apuesta por el mundial. Tan sólo le respetó, y de qué manera, la climatología. El CSD, la Federación Española de Vela, el Gobierno Regional, entre otros estamentos, le fallaron con estrépito escudándose en la crisis, aunque en algún momento –puro oportunismo– todos sus responsables salieron en la foto con la sonrisa satisfecha. Hasta Rajoy, que iba de paso hacia vaya usted a saber dónde, estuvo unas horas en Santander el penúltimo día de la competición.
Si se confirma la marcha de Íñigo, Diego al fin respirará tranquilo, aunque pierda una pieza que fue fundamental para conseguir la mayoría absoluta que le ha permitido gobernar en esta legislatura.
Ya se sabe que algunos prefieren perder un ojo con tal de que el adversario se quede ciego.

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