El Diario Montañés, 3 de septiembre de 2014
La salud de la
economía es desconcertante. En las grandes cifras parece que se recupera,
aunque en el día a día no se tiene esa percepción y las ventas de los comercios
siguen a la baja. Ahora que Santander ha sido declarada zona de gran afluencia
turística, los comerciantes del centro pueden abrir en domingo, pero la gente,
como muchos temíamos, no responde. Nada ayuda la cosecha escasa e insegura de
los bolsillos. Acaso tampoco la apertura de las casetas del mundial de vela,
que ofrecen casi el mismo género y desplazan la atención de los paseantes desde
el centro hacia la zona marítima. Aunque en el fondo es el cliente –el que
utiliza con asiduidad los servicios de un profesional– el que falla, porque,
obligado por las circunstancias, ha perdido ese hábito de la asiduidad.
El obispo de
Santander, que tampoco anda muy sobrado de parroquianos, ha
pedido a los poderes públicos que preserven el domingo para que
sea un día de descanso y no se convierta en un día más por presiones
comerciales que todos sabemos de donde vienen. Y ahí coincide con la opinión de
los comercios pequeños, que estarían dispuestos a santificar las fiestas como
pide el tercer mandamiento, si no para dar un sentido de unión con Dios y
aumentar la clientela de don Vicente, sí para la necesaria convivencia
familiar. La pérdida de clientes, incluidos los preferentes, también es un mal
de Liberbank. A vueltas con el futuro de la Caja, que ahora es Banco y se
convertirá en Fundación antes de hacerse humo, algunos consejeros se han votado
a sí mismos para continuar en el patronato futuro que gestionará los restos de
la derrota.
Hubo una época
en que conjugábamos el verbo votar pero no lo ejercíamos. Ahora, con la
democracia, lo practicamos cada cierto tiempo. Estos consejeros nos han
enseñado, además, que votar puede ser verbo transitivo, de los que hacen recaer
la acción sobre el sujeto que la realiza.
¡Qué cosas!
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