El Diario Montañés, 15 de octubre de 2014
Cuando el
filósofo griego Heráclito de Éfeso dijo que uno no puede bañarse dos veces en
el mismo río –dando a entender que todo fluye y nada permanece–, desconocía la
realidad de nuestra política regional. He estado fuera de Cantabria unos días
y, a mi regreso, las noticias se siguen repitiendo como los malos alimentos,
inmersas en un círculo vicioso de promesas y en leyes y proyectos que se
anuncian y no se llevan a cabo hasta mucho tiempo más tarde, eso si se llegan a
consumar. Nos siguen hablando de Valdecilla y de teleféricos, ahora de dos en
dos, uno en Cabárceno y otro en la Vega de Pas, ¿quién da más?; nos prometen
aves imposibles y autovías de ensueño; nos marean con el ir y venir de la ley
de costas que, metro más o metro menos, salva un día lo que otro condena;
liberalizan o mantienen rígido, casi a un tiempo, el horario comercial, por
aquello de la imposible convivencia de dos gallos en el corral del mismo
partido; nos repiten discursos inflamados de patriotismo el día de la raza,
ante la Benemérita bien armada –siempre la cruz y la espada–, porque España
sigue siendo indisoluble y de aquí no se va nadie, faltaría más, ¡viva la
virgen del Pilar!; interpretan las estadísticas económicas arrimando el ascua a
su sardina; y los tránsfugas y los descontentos, desengañados, pobrecitos, se
sienten imprescindibles y crean otros partidos para dar salida a sus ideas
salvadoras... Y van pasando las semanas, y los meses, y los años. Y parece que
nada se mueve en nuestra Cantabria, sumida en su espiral, en su bucle, en su
eterno retorno. Heráclito de Éfeso no podía sospechar siquiera, hace más de dos
mil quinientos años, que echaríamos por tierra su aforismo. El lago estancado
de esta mayoría absoluta mantiene las cosas flotando en un letargo infinito. Y
los cántabros, resignados, vivimos la situación inmersos en una especie de
sopor beatífico. ¿Despertaremos en las próximas elecciones?
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