miércoles, 11 de febrero de 2015

ESCRITO CON CITAS (11 de febrero de 2015)


El Diario Montañés, 11 de febrero de 2015

Parafraseando al historiador romano Lucio Anneo Floro, se puede decir que la pasada semana «todas las carreteras del septentrión de Hispania estaban despejadas, excepto las de la parte de la Cantabria pegada a los riscos acariciados por el océano. Allí permanecían cerradas por la nieve, el hielo y la ventisca, dejando a los cántabros aislados de la Meseta durante varios días». Si esta frase se hubiera expresado en los siglos lejanos de las guerras cántabras, mostraría la dureza de nuestra climatología, pero dicha en el siglo xxi representa una muestra de improvisación e incompetencia.
«No mandé a mis quitanieves a luchar contra los atascos», pudo proclamar el responsable de la limpieza de las carreteras y las autovías regionales. Porque a los elementos los podía haber vencido en unas pocas horas y mantener algún carril despejado. Pero el problema radicó en que quien tenía la responsabilidad de «embolsar» a los vehículos pesados no lo hizo a tiempo, y cuando dio la orden, la carretera ya estaba colapsada por camiones y turismos, que hicieron imposible la limpieza de la vía. Fue entonces cuando se fraguó el gran atasco.
Ahora, a toro pasado, es el tiempo de tomar medidas para que no vuelva a ocurrir algo parecido, y de conocer quién fue el responsable de no tomar la decisión en el momento oportuno. Porque cuando se trata de cortar cintas para inaugurar carreteras o autovías, las fotos están plagadas de personajes que se otorgan los méritos, pero en casos como éste, todos han desaparecido. ¿Alguien ha visto algún representante de nuestro gobierno regional hablando con los vecinos de las localidades afectadas? Se me podrá decir que nada podían hacer, pero he conocido un presidente de esos que llaman «populistas» que se calzaba las katiuskas y acudía a los pueblos, siquiera para consolar.
Lo dice el Satiricón: «Medicus nihil aliud est quam animi consolatio» (el médico sólo sirve para levantar el ánimo). Pero en ocasiones cura tanto una palabra amable como una aspirina.

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