miércoles, 25 de febrero de 2015

TIEMPOS EDULCORADOS (25 de febrero de 2015)


El Diario Montañés, 25 de febrero de 2015

José María Aznar, el expresidente enfadado, está orientando sus últimos discursos hacia el ensalzamiento del espíritu de una transición en la que nunca creyó –son famosos sus escritos criticando a la Constitución que ahora tanto defiende–. Sin que sirva de precedente, esta vez coincido en su reivindicación. Aquellos fueron tiempos de ilusiones, de arrojo, de valentía. Había que llevar a cabo un cambio del sistema y todo valía, porque todo estaba por hacer. Superado el escollo de la legalización del partido comunista, surgieron cientos de partidos: marxistas, leninistas, maoístas... Eran tiempos en los que cada ciudadano casi representaba una opción política. Y pretendieron amedrentarnos con la cantinela de que con la imparable proliferación de partidos había empezado antaño la guerra civil. España se iba a romper como entonces. El futuro era inviable en aquella jaula de grillos. Para vencernos por la fuerza –que no convencernos– el ejército, que había ganado la guerra y quería la victoria más allá de la posguerra, intentó el golpe de estado del 23F. Su fracaso supuso la llegada definitiva de un tiempo nuevo. La democracia se abrió paso imparable, y sólo la alternancia de los dos grandes partidos trajo un acomodo edulcorado. Por eso saltan ahora las alarmas de quienes están en el poder, porque no conviene que se rompa el cómodo orden establecido, la dieta sana del bipartidismo.
Nos hemos acostumbrado ya a la perniciosa sacarina de lo conveniente. La sociedad se ha hecho conservadora. Sólo hay que ver el revuelo generado por las insustanciales sombras de Grey. Nosotros, tan recios, en los años de la transición veíamos sin pestañear el sexo explícito de ‘El imperio de los sentidos’; superábamos sin miedo la dominación de ‘Historia de O’; soportábamos las imágenes de violencia, vejación, sangre y mierda de ‘Saló, o los 120 días de Sodoma’; y aprendíamos con sana envidia en ‘El último tango en París’ que la mantequilla podía tener doble uso culinario.
Nosotros, tan valientes, tan seguros entonces. Ahora tan mansos.

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