El Diario Montañés, 4 de marzo de 2015
A Francisco, el
papa favorito de los ateos, le parece mal que «por once horas de trabajo al día»
se paguen «600 euros al mes». Culpa del hambre que, según él, hace que se acepte
cualquier oferta mísera y precaria. Unas manifestaciones que han resultado poco
convenientes para nuestros intereses, porque casi al mismo tiempo hemos sabido
que en Cantabria, desde que se promulgó la reforma laboral, los salarios han
bajado un 3,5% y los contratos temporales y los de tiempo parcial han aumentado
exponencialmente. Demasiado parecido a lo que denuncia Francisco, precisamente ahora
que la propaganda política había comenzado a alabar la fortaleza de nuestra
región, orgullosa «de haber sido la mejor, la líder, a la hora de crear empleo
en España».
También el santo
padre ha pedido que se busquen soluciones «en la sanidad, un campo delicado
donde tanta gente no encuentra respuestas a sus necesidades». Algo que choca de
nuevo frontalmente con el discurso optimista de quienes ya están anunciando que
con la culminación de las obras de Valdecilla se pondrá el «broche definitivo»
a una legislatura «plagada de éxitos» en la Sanidad. Los enfermos de hepatitis
C, los que denuncian el mal funcionamiento de las urgencias o los que se quejan
porque han visto las camas de la Residencia vestidas con sábanas de Sierrallana
estarán contentos con la opinión papal.
No resulta
extraño que a los católicos como dios manda no les guste nada este pontífice
metomentodo y prefieran la ortodoxia de nuestros obispos, que se lamentan de
que la religión haya entrado con tanta tibieza en el currículo educativo. Y eso
que llega con la pretensión de que nuestros tiernos infantes comprendan la importancia
que tuvo el soplo divino en el origen del cosmos, de que reconozcan que el
hombre es incapaz de alcanzar la felicidad por sí mismo y de que se enfrenten
con rigor al «esdrújulo acertijo de un padre y un hijo y una blanca paloma».
Todo un homenaje a la ciencia.
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