El Diario Montañés, 8 de abril de 2015
Se quejaba
Revilla antaño de que por estas fechas los hombres del tiempo se equivocaban en
los augurios que hacían para Cantabria y ahuyentaban el turismo. Este año,
coincidiendo con el incipiente despegue macroeconómico, las buenas previsiones
han acertado de lleno y se han batido todos los récords –siempre que la
comparativa no se amplíe mucho en el tiempo, porque en esto del turismo, a día
de hoy y por las cicatrices abiertas de la crisis, cualquier resultado del
pasado parece mejor–. Lo cierto es que las carreteras se colapsaron, que
Cabárceno tuvo que poner el cartel de aforo completo, que hubo buena ocupación
en Fuente Dé, Alto Campoo, Museo Marítimo, en los campos de golf, y en muchos
pueblos y ciudades de nuestra región. (No hay datos de El Soplao, apuesta
personal de Marcano, ¡vade retro! Mejor no nombrar la bicha).
Ahora que ha
pasado todo, corresponde hacer un balance positivo. Me lo explicaba un amigo
que entiende mucho de economía de andar por casa: «Si la gente ha viajado, si los
hoteles y las casas rurales han estado ocupados, entonces las gasolineras han
vendido más gasolina, los carniceros más carne para los menús, los pescaderos
más pescado, los fruteros más fruta... Y
si además ha tocado la lotería en Santander, pues miel sobre hojuelas, porque
al ‘gasolinero’, al carnicero, al pescadero, al frutero o a alguno de los
afortunados en el sorteo, con más dinero en los bolsillos, a lo mejor les da
por comprar libros, que es la base de tu negocio. Que el dinero circule es
bueno para todos. Así que déjate de pesimismo y comenta esta realidad en tu
artículo semanal».
En un ataque de
optimismo, le prometí hacerlo. Cómo me iba a negar si esta Semana Santa nos ha
salido tan redonda que hasta Raúl Calvo, el Cristo de Castro –vi las fotos en
la edición digital de este periódico–, después de ser golpeado, crucificado,
muerto y sepultado, resucitó y fue atendido por la DYA de imperceptibles
secuelas.
Pedir más sería
codicia.
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