El Diario Montañés, 20 de mayo de 2015
Los indecisos son quienes mayor
influencia van a tener en los próximos comicios, los que más van a hacer oír su
voz aunque ahora estén callados. A los indecisos un buen amigo mío los llama
emboscados, porque están agazapados, a la defensiva, a verlas venir. Saben,
pero no contestan, porque son de naturaleza desconfiada. Se enteran de todo,
pero no quieren que nadie conozca sus preferencias. Los indecisos son muy
suyos. No marcan siquiera un «me gusta» en Facebook para no hacer públicas sus
ideas. Los indecisos, como recomienda san Mateo, no quieren que su mano
izquierda sepa lo que hace su mano derecha, y mucho menos que lo sepa cualquier
desconocido cuando los aborda por la calle. Son crueles con los encuestadores,
que se sienten incapaces de cazarlos con sus preguntas-trampa porque conocen
todas las triquiñuelas para salir airosos sin que nadie acierte por dónde les
da el aire. «En boca cerrada no entran moscas», quieren decir cuando se encogen
de hombros, que suele ser casi siempre.
Los indecisos, a quienes mi amigo
llama emboscados, traen de cabeza a los políticos durante la campaña electoral,
porque no se mojan. Ya no saben qué ofrecerles para sacarlos de su indecisión.
De qué les sirve a nuestros próceres inaugurar algo todos los días –como no
queriendo, eso sí, para no incumplir la ley–, siguiendo un correcalles agotador
en el que lo mismo se hacen fotos en una nueva pasarela, que inauguran en
diferido un hospital del que hay construido poco más que una fachada. De qué
tanto paseo en bicicleta, tanto viaje, tanto baile, tanta camisa remangada y
sin corbata, tanto mercado y mercadeo, tanto beso y tanto abrazo, si luego en
las encuestas el «no sabe, no contesta» es un porcentaje mayoritario que les
abruma con su incertidumbre.
Los indecisos, lo sabemos con
certeza, tienen su voto decidido hace tiempo, aunque no lo manifiestan porque
no dicen la verdad ni al médico. La decisión de los indecisos, el domingo,
puede quebrar las horquillas de todas las encuestas y generar muchas sorpresas.
Yo no me fiaría mucho. O sí. Según.
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