martes, 2 de junio de 2015

CESANTES, ASPIRANTES Y POSTULANTES (3 de junio de 2015)



El Diario Montañés, 3 de junio de 2015

Debido a los resultados electorales, éste de ahora es tiempo de cesantes, apropiado para limpiar los discos duros del ordenador y convertir en pulpa de papel documentos que en otras manos pueden resultar comprometedores. Los cesantes del segundo nivel político andan, además de ocupados en tales tareas, preocupados y melancólicos porque saben que tienen que volver «al puesto que dejaron allí», algo que les va a resultar muy duro los primeros días, acaso los primeros meses. Por eso esbozan una mueca de escepticismo cuando se enteran de que Leticia Sabater se ha operado para recuperar la virginidad, conscientes de que nada es igual cuando se han probado las mieles del sexo o del poder, porque el hueco que generan algunos vacíos no se puede reparar con cirugía.
El cesante de hoy fue aspirante ayer. Buen conocedor del funcionamiento de la cadena trófica política, percibe que alrededor de las mieles de su puesto en funciones están revoloteando muchos pretendientes. Algunos se hacen los encontradizos con los que pueden ser los nuevos jefes, y salen a su paso como por casualidad, tras haber estado acechando, estoicos, por sus rutas habituales. Cuando se cruzan con ellos, con sumisa mirada de carnero y leve inclinación de cabeza, parecen preguntar que qué hay de lo suyo. Son los aspirantes más discretos, pertenecen al partido y conocen al dedillo los tres principios básicos del aspirantazgo jerárquico: la tranquilidad, la paciencia en la cola y el buen comportamiento.
Otros, más ambiciosos e impacientes, tras cuatro años sin dar opinión ni tomar postura por nada, encerrados como los caracoles dentro de su caparazón, han roto la babilla protectora y salen con la lluvia de votos del cambio a ofrecer sus servicios. Se postulan para todo y llegan, incluso, a enviar sus currículos sin pudor, ofreciéndose lo mismo para arreglar un roto que un descosido, tan apañados como el cirujano de la Sabater. Yo los llamo postulantes, una fauna que no tiene sentido de la medida y desconoce la longitud de su osadía. Para un postulante de verdad nada hay imposible, aunque se halle rozando el filo de la incompetencia. El postulante es, por definición, un animal político muy peligroso.
Ignacio Diego –a quien me apresuré imprudentemente a dar de baja en esta tribuna–, se autoproclamó cesante la semana pasada. Luego, en un breve lapso de tiempo, dijo, como Felipito Tacatún, que seguía. Sin embargo no se ha querido postular a largo plazo, y muy en la línea de Rajoy ha declarado que después de las elecciones nacionales «habrá congreso del partido y Dios dirá».
Menuda responsabilidad tiene el Señor.

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