El Diario Montañés, 17 de julio de 2015
Últimamente
estamos demasiado crispados. Hemos pasado de denunciar a quienes silban al
himno nacional, a silbar e increpar a concejales electos por hacer pactos que
consideramos ‘contra natura’. Y eso, aunque parezca normal, no lo es. La
convivencia tiene unas normas de juego que nadie debe saltarse, por educación
democrática y por ley. No podemos protestar cuando la gente hace escraches –Diego
ha sido pionero en denunciarlos en Cantabria– y luego estar tentados a
hacerlos. Entiendo que es difícil aceptar con estoicismo la pérdida de un
puesto de responsabilidad remunerada, pero es deber de los políticos hacerlo
con naturalidad para dar ejemplo a la ciudadanía.
Mario Vargas
Llosa, que ha experimentado la endogamia más pertinaz –se casó primeramente con
una tía y años después, ya divorciado, con una prima–, conoce bien lo que son
las críticas desde el despecho interior. Su mujer-tía, tras la separación, dejó
escrito en un libro que todo lo que él había conseguido se lo debía a ella, que
le obligó a asentar la cabeza y a trabajar con disciplina. Su hasta ahora
mujer-prima –de quien al parecer también está separado–, cuando conoció la
crónica del amor anunciado en rosa entre el premio Nobel y la Presley,
argumentó que ella ha estado junto a él cincuenta años, que acababan de
celebrar sus bodas de oro y que no puede explicarse que, a la vejez, Mario
sienta la viruela de un amor invernal y desprecie el suyo, antaño primaveral y
siempre fiel. El compromiso de Mario –si se confirma– parece, en efecto,
inexplicable, y a su edad provecta tiene la caducidad marcada, no es estético e
incluso puede parecer poco ético. Pero es respetable y legítimo.
También los
pactos que ha habido en algunos ayuntamientos pueden tener la caducidad
marcada, parecer poco ajustados a criterios éticos y estéticos, poco
explicables y además resultar «débiles e inestables». Pero están legitimados
por la Constitución. Sólo la soberanía ciudadana deberá juzgarlos en las urnas
cuando corresponda. Mientras tanto, a los responsables del PP les conviene
hacer análisis de conciencia para ver por qué nadie ha querido asociarse con
ellos. Si no se debe a la propia soberbia o a la ineficacia de su mandato,
puede que estén sufriendo en sus carnes, a veces sin merecerlo, el descontento
por las políticas autonómicas y nacionales que han desarrollado Diego y Rajoy,
como otros sufrieron antes, acaso también inmerecidamente, la sombra de la
última etapa política de Zapatero.
Superado el
lógico enfado del cargo perdido, y ya en frío, a partir de ahora deberán
contribuir con su trabajo diario desde la oposición a apagar las protestas de
la gente y a transitar por el camino de la normalidad democrática. La buena
convivencia de los vecinos se lo demanda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario