martes, 7 de julio de 2015

SIESTA DE DOMINGO (8 de julio de 2015)


El Diario Montañés, 8 de julio de 2015

Tarde de domingo. En un respiro que nos da esta ola de calor –que en Cantabria viene y se va como el mar de la playa a las arenas–, relajado por el ‘dolce far niente’, leyendo el ‘Diario Montañés’, con el telón de fondo de los ciclistas cabalgando los diques ventosos de Holanda, descubro lo poco que vamos a ingresar cada mes los españolitos de nómina media con la anunciada rebaja del IRPF. Tonto de mí que, como la lechera de la fábula, ya había echado a volar mi imaginación manirrota. Sigo hojeando el periódico: Durante los próximos cuatro años los cántabros tendremos un gobierno regional veterano, con más media de edad que mi edad provecta. Puede ser garantía de sensatez. Y Revilla le reclamará a Rajoy, desde el primer día, el AVE y la financiación de Valdecilla. Sin perdón.
El tiempo transcurre plácido. Con la sola actividad de seguir a intervalos las pedaladas de Contador. El fútbol está de vacaciones, Nadal eliminado, Alonso sin coche competitivo. Relax total. Decido abandonarme definitivamente y rendirme sin condiciones al sopor beatífico de la siesta en el sofá, dando por perdida la desigual batalla entre el párpado que se baja y el ojo que se sube. Me abrigo con el periódico y me doy la vuelta, como san Lorenzo, que dicen que cuando le martirizaban en la parrilla mandó que le pusieran del otro lado, porque de éste ya estaba asado. Y, como él, me quedo, no asado, pero cocido, con un hilillo de saliva en la comisura de los labios. Debe de ser por la tensión acumulada de la semana. Lo cierto es que se está muy bien así.
Rajoy entra en mis sueños. También está viendo la etapa del Tour, entre cabezadas reparadoras. Le veo preocupado. Con problemas mucho más importantes que los míos, tan pedestres. Sus cábalas se centran en Grecia y en el resultado del referéndum, sabedor de lo que nos jugamos todos, porque, como sentenció recientemente, “una cosa es ser solidario, y otra serlo a cambio de nada”. Él también se duerme, con el puro entre los dedos.
Cuando despierta, Revilla continúa ahí, reclamando. Y en Grecia ha ganado el “no”. Su pesadilla no ha hecho más que empezar.

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