El Diario Montañés, 8 de julio de 2015
Tarde de
domingo. En un respiro que nos da esta ola de calor –que en Cantabria viene y
se va como el mar de la playa a las arenas–, relajado por el ‘dolce far niente’,
leyendo el ‘Diario Montañés’, con el telón de fondo de los ciclistas cabalgando
los diques ventosos de Holanda, descubro lo poco que vamos a ingresar cada mes
los españolitos de nómina media con la anunciada rebaja del IRPF. Tonto de mí
que, como la lechera de la fábula, ya había echado a volar mi imaginación
manirrota. Sigo hojeando el periódico: Durante los próximos cuatro años los
cántabros tendremos un gobierno regional veterano, con más
media de edad que mi edad provecta. Puede ser garantía de
sensatez. Y Revilla le reclamará a Rajoy, desde el primer día, el AVE y la
financiación de Valdecilla. Sin perdón.
El tiempo
transcurre plácido. Con la sola actividad de seguir a intervalos las pedaladas
de Contador. El fútbol está de vacaciones, Nadal eliminado, Alonso sin coche
competitivo. Relax total. Decido abandonarme definitivamente y rendirme sin
condiciones al sopor beatífico de la siesta en el sofá, dando por perdida la
desigual batalla entre el párpado que se baja y el ojo que se sube. Me abrigo
con el periódico y me doy la vuelta, como san Lorenzo, que dicen que cuando le
martirizaban en la parrilla mandó que le pusieran del otro lado, porque de éste
ya estaba asado. Y, como él, me quedo, no asado, pero cocido, con un hilillo de
saliva en la comisura de los labios. Debe de ser por la tensión acumulada de la
semana. Lo cierto es que se está muy bien así.
Rajoy entra en
mis sueños. También está viendo la etapa del Tour, entre cabezadas reparadoras.
Le veo preocupado. Con problemas mucho más importantes que los míos, tan
pedestres. Sus cábalas se centran en Grecia y en el resultado del referéndum,
sabedor de lo que nos jugamos todos, porque, como sentenció recientemente, “una
cosa es ser solidario, y otra serlo a cambio de nada”. Él también se duerme,
con el puro entre los dedos.
Cuando
despierta, Revilla continúa ahí, reclamando. Y en Grecia ha ganado el “no”. Su
pesadilla no ha hecho más que empezar.
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