El Diario Montañés, 22 de julio de 2015
Escuché por vez
primera la palabra en boca de mi difunto tío, Serapio Arenal. Yo era entonces
un adolescente, y su voz poderosa la expresó con toda la fuerza de la pasión,
mientras miraba a lo alto con un gesto personal que tenía mucho de quijotesca
locura: «La Nestlé es, ha sido y será una canonjía para este valle de Cayón y
sus alrededores». Conociendo la devoción de Serapio por tal empresa, deduje que
‘canonjía’ significaba algo bueno, pero sólo cuando llegué a casa y miré el
diccionario la descubrí en la extensión de su forma coloquial: «Empleo de poco
trabajo y bastante provecho».
Ahora, viendo cómo
acaban colocados en el Senado algunos de los grandes perdedores de las
elecciones autonómicas y otros personajes otrora poderosos en sus respectivos
partidos, la palabra me ha venido a la mente con naturalidad. El Senado es
mucho más que una canonjía, porque si bien en él se trabaja poco –concedamos la
posibilidad de que algo se hace en la llamada Cámara Alta y, en ocasiones,
complejos ejercicios de responsabilidad para votar una cosa en Cantabria y otra
allí (véase la postura de nuestros senadores casi vitalicios con respecto al
fracking)–, el provecho es, por contra, abundantísimo. En su seno han terminado
políticos de todos los colores, aunque siempre han predominado los de los dos
partidos que se alternan en el poder. Allí van sus señorías «derechas a
bostezar y se aburrir», pero dispuestas a cobrar a fin de año un monto mínimo
de 61.000 euros, que suele alcanzar, a pocas comisiones parlamentarias que uno
acapare, los 100.000.
Todos deberíamos
tener la oportunidad, alguna vez en la vida, de conocer y poder disfrutar de
las virtudes de una canonjía. Pero algunos nos tenemos que conformar con un
empleo que nos da mucho trabajo y beneficios sólo suficientes para ir tirando,
y la mayoría con los precarios y mal pagados que se llevan ahora. Un 93,47 % de
los que se han firmado en nuestra región en 2015 han sido temporales, y gran
parte de ellos con una duración inferior a un mes. Y todo gracias a la
permisividad de una ley que aprobaron en su día en el Congreso y que
refrendaron en «segunda lectura» –que ésa es su muy especial misión– sus
señorías en la canonjía del Senado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario