El Diario Montañés, 12 de agosto de 2015
Transcurría el
curso 1978-1979 cuando en la Escuela Universitaria de Magisterio de Cantabria
se quiso imponer que la nota de Religión, asignatura optativa, contara para el
currículo. Hubo reuniones de alumnos en asamblea, posturas de presión cercanas
a la huelga, y ganó la coherencia: la nota no tuvo validez en el cómputo final.
Un pequeño triunfo, porque era mucho lo que la gente se jugaba. Sin ir más
lejos, la posibilidad de salir con trabajo directo, librando las temidas
oposiciones, si la media de los tres cursos era como mínimo de 8, si no se
había suspendido ninguna asignatura durante la carrera y si se estaba dentro
del porcentaje del 10% de los aprobados del tercer y último año. Los que
entonces participamos en la protesta teníamos la sospecha de que los profesores
podían subir la nota de Religión para atraer a los estudiantes. Además
queríamos superar, amparados por una Constitución de libertades recién nacidas,
la doctrina franquista que proclamaba única y verdadera a la religión católica,
apostólica y romana.
Un domingo
cualquiera de enero de 1980. Estamos en el campamento militar de El Ferrol del
Caudillo. Somos soldados de marinería recién llegados en el reemplazo de ese
mes, el de las prórrogas. Hay futuros médicos, maestros, abogados,
ingenieros... Nos hacen formar en el patio. Un sargento, sin otro mérito que
sus muchos años de servicio, pregunta que quiénes van a ir a misa. Paso
adelante de unos pocos. Dolido, porque para él la misa dominical debería seguir
siendo obligatoria, nos amenaza con hacernos barrer la explanada. Algunos se
amedrentan, pero la mayoría resistimos firmes. Al final vence la dignidad, y el
sargento no cumple su amenaza.
Año 2015. Poco
hemos cambiado. La LOMCE devuelve el carácter evaluable a la asignatura de
Religión. Tiene peso en el currículo, se computa para todo, becas incluidas, y
obliga a quienes no la cursen a estudiar otra materia también evaluable, es
decir, que ahora hay que elegir entre Religión y otra asignatura, cuando
anteriormente era entre Religión o nada. El matiz tiene su miga.
En Cantabria, el
consejero de Educación ha decidido hacer lo único que le permite la ley,
suprimir una hora semanal de Religión en Bachillerato. Una iniciativa modesta,
pero que anuncia un camino nuevo. Y tomada con gran rapidez. Lástima que no
haya mantenido la misma premura en ciertas decisiones de los otros dos ámbitos
de su incumbencia: la cultura y el deporte. Porque los pasos que está dando son
lentos. Demasiado lentos. Y, en algunos casos, por culpa de los presupuestos, los
ha dado en falso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario