El Diario Montañés, 24 de mayo de 2017
Ha
sido éste un fin de semana de mucho calor. El viento sur subió la temperatura,
presagiando tormentas que en lo meteorológico se difuminaron, aunque estallaron
en lo político. El anochecer en Ferraz se llenó de relámpagos que tambalearon
la democracia orgánica de listas controladas, la de los que cuidan de nuestros
intereses salvaguardando los suyos. Los otrora descamisados de la pana, en el ocaso y bien situados, habían bendecido a la
candidata andaluza, ganadora de todos los envites hasta el día de su primera
derrota. Antes habían procurado que no saliera en la foto, como en los tiempos
de Guerra, quien se alejara de los mandamientos de la ley del IBEX, porque las
revoluciones deben ser controladas, no sea que se empiece pactando con Podemos
y se termine cuestionando puestos en los consejos de administración. Pero
votaron las bases y el tiro les salió por la culata.
Ahora
hace falta que respeten al ganador y no actúen como los críticos del PP cántabro. Incapaces de asimilar su derrota, le han
exigido a Buruaga que dimita en un plazo de siete días. Joaquín Solanas,
portavoz de los descontentos, ha acusado a su presidenta regional de «violencia
verbal, autoritarismo, personalidad vengativa, insegura, inepta, sin carisma, y
falta de liderazgo y de autoridad moral». Acaso sus palabras se deban al poder
perturbador del viento sur, o quizá estén teledirigidas por los hilos
invisibles de Diego –siempre tras las bambalinas–, pero lo cierto es que con
tales exabruptos ha abortado cualquier posibilidad de diálogo, y la ruptura
parece inevitable. Sospecho que en el fondo de este juego de tronos se esconde
la querencia de unos puestos que se consideran vitalicios. Canonjías las llamaba mi tío Serapio Arenal.
Quienes
apenas tienen tiempo de calentar sus puestos de trabajo son los nuevos
contratados cántabros. Las estadísticas que acabamos de conocer son
demoledoras: los contratos temporales, además de ser de escasa duración, han
superado el 92% de cuantos se han firmado en el primer cuatrimestre de 2017.
Casi nada. Los ciudadanos de a pie sí que están acostumbrados a padecer el insoportable rigor de lo transitorio.
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