©Javier Cotera (El Diario Montañés)
El Diario Montañés, 19 de julio de 2017
He pasado un mes
angustiado. A finales de junio, tras una temporada por tierras asturianas, el
oso ‘Furaco’ regresó a Cabárceno sin haber conseguido preñar a ‘Paca’ y ‘Tola’,
dos osas locales de muy buen ver. Y que un oso cántabro sea motivo de burla por
su incapacidad reproductora es algo que no puedo soportar, porque nada de lo
que sucede con las cosas del terruño me deja indiferente. Menos mal que una
reciente encuesta nos ha colocado a la cabeza de nuestro país en cuanto a la
frecuencia con que practicamos el sexo se refiere, 11,9 veces al mes, muy por
delante de los canarios, segundos clasificados en estas lides del placer.
El verano, el
buen clima, los conciertos, las casetas con pinchos a tres euros, la movida del
año jubilar y el paso por la puerta del perdón –que perdona incluso las
infidelidades– juegan a nuestro favor. No es lo mismo pasear por Cantabria a
veintitantos grados, entre chiringuitos, música y perdones –lo más parecido a
la gloria–, que hacerlo por el infierno en que se ha convertido España, norte
abajo, con temperaturas que te dejan capitidisminuido y desganado.
Tras la
publicación de la encuesta, respiro más tranquilo. Los cántabros hemos dejado el
pabellón bien alto y ya no estamos expuestos a las chanzas que podían habernos
hecho por el fiasco de nuestro emblemático úrsido. Aunque ahora las burlas
pueden llegarnos por otro fiasco, el ‘concierto precox’ que dio Enrique
Iglesias en Santander, con final ‘interruptus’ incluido, cuando se marchó por defuera y a deshora, sin despedirse siquiera,
dejando insatisfechos a sus seguidores.
Es muy
arriesgado –y caro– jugársela en directo con artistas sin categoría, inventados
por el marketing y promocionados con elaboradísimos videoclips. Aunque en el
caso de Enrique, es justo decirlo, también ha tenido importancia la figura de
un padre estrella, que en el mundo de la canción le da mil vueltas al hijo, y,
en el del sexo, a Furaco y a nuestras 11,9 veces mensuales.
A mí, consejero
Martín, por bueno que te parezca, si canta Enrique, bájame la radio.
Que cambien a Furaco por otro más cumplidor. Alguno habrá.
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