El Diario Montañés, 5 de julio de 2017
Conviene
recordar la historia. Hace años, cuando un grupo de soñadores comenzaron a
reivindicar la autonomía para Cantabria, aducían, entre otras razones, el
abandono secular que sufría la región. No faltaba tampoco la sensación de que
aportábamos a las arcas del Estado más de lo que recibíamos. Benito Huerta, un regionalista
de raza, hizo popular la frase de que de tanto ordeñarnos la vaca el gobierno
central nos la estaba dejando seca. Era una imagen que los cántabros, y sobre
todo los ganaderos, entendían a las mil maravillas.
Ahora que ya
tenemos casi exprimida la vaca y toda la cabaña ganadera, el gobierno central
nos discute el agua. Han cerrado el grifo de la financiación y pueden cerrarnos
el otro, para el que hemos construido una autovía que pretendía vertebrar la
región tanto o más que cualquier carretera de montaña. Pero como las lluvias
son escasas y el pantano del Ebro tiene cifras alarmantes de nivel –precisamente
cuando el nivel de ocupación hotelera prevé sus mejores datos–, la situación
nos deja con el agua al cuello, pese a que la tenemos a la altura de los
tobillos. Se avecina un verano caliente que, si no se soluciona la cosa, puede
traernos restricciones tan dolorosas como difíciles de justificar.
Aquella
situación a la que me refería al principio provocó el nacimiento de una
asociación para defender los intereses de Cantabria (ADIC), y con el paso del
tiempo la creación de un partido que ha gobernado en varias legislaturas (el
PRC), aunque algunos le achacan que siempre lo ha hecho sin ganar las
elecciones. Revilla ha pronosticado que las tornas van a cambiar en los
próximos comicios y que el suyo va a ser el partido más votado. Es posible,
porque el agua, el pan y la sal no debe negársele a nadie, so pena de
soliviantar a la población. Si a ello unimos que los otros partidos regionales
se están ahogando en su sed de poder, puede resultar que esa combinación
explosiva de agua y sed le dé la razón al presidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario