miércoles, 23 de agosto de 2017

PIXELES (23 de agosto de 2017)


El Diario Montañés, 23 de agosto de 2017

En 1968 Eddie Adams fotografió al general Nguyen ejecutando con un tiro en la sien al cabecilla que había aprovechado un alto el fuego para matar a treinta y cuatro soldados, seis de ellos ahijados del propio general. «El general mató a un vietcong con su pistola. Yo maté al general con mi cámara», dijo años después el fotógrafo, aunque lamentando que su imagen no hubiera podido captar todas las circunstancias que habían provocado el inmisericorde disparo. Cuatro años después, Nick Ut nos mostró con total crudeza otro ángulo de la guerra de Vietnam, con aquella niña que corría desnuda y desvalida por una carretera, mientras su piel se deshacía con el napalm ardiente.
Ahora, los medios de comunicación se están replanteando la conveniencia o no de publicar algunas imágenes, autocensura que ha surgido en tiempos recientes (acaso tras el 11S, cuando los americanos decidieron no difundir todos los documentos gráficos de la brutal masacre) y han tenido su último reflejo con los salvajes atentados de Barcelona (Facebook, el patio universal de vecinos, fundió a negro la portada del día siguiente de este periódico, advirtiendo de que su contenido podía herir sensibilidades).
Estoy de acuerdo con ponerle alguna puerta al campo de tanto teléfono con cámara ambulante como anda por ahí. Y me parece bien que sean las redacciones de los medios de comunicación las que tomen la decisión de publicar o no ciertas fotografías. Pero cuando la decisión sea afirmativa (según mi parecer debería serlo casi siempre), habría que tomarla con todas las consecuencias y no con las medias tintas de los pixeles, especie de persianas de la conciencia que muestran tanto como ocultan con sus sugerentes transparencias poco éticas. O todo, o nada.
Dice Philippe Claudel, en su magistral novela ‘El informe de Brodeck’, que la estupidez es una enfermedad que casa bien con el miedo. No seamos estúpidos. No tengamos miedo.
Eddie Adams y Nick Ut, con sus crudas imágenes periodísticas, además de obtener el Premio Pulitzer, hicieron más por la paz que muchos gobernantes. Sin pixeles, claro. Y va a hacer de ello cincuenta años.

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