El Diario Montañés, 29 de noviembre de 2017
Han
ardido veintiocho mil libros en el MAS, en silencio y con dificultad, porque el
papel arde mal cuando está apretado. Por eso sospecho que se hayan podido dañar
más con el agua que sofocó el incendio, su peor enemiga, que con el fuego en
sí. Al parecer, nadie los ha censado todavía, ni se ha hecho una valoración
aproximada de tal pérdida; pero podemos respirar tranquilos porque en estos
tiempos, fúnebres para la lectura, los libros apenas tienen valor y menos si,
como dicen, en su mayor parte eran «simples» catálogos.
Millones
de palabras, miles de imágenes, cientos de historias y anhelos sin número se
volatilizaron en el aire de Santander y se fundieron con naturalidad en la
atmósfera gris otoñal de la ciudad, ya contaminada de por sí, aunque no está
probado, como me dijo un paisano con la lengua trabada, que las nubes mostraran
esos días formas y colores extraños, como talladas a golpe de cincel y pintadas
con brocha de artista. Poesía etílica me parecieron entonces sus palabras, algo
natural por estos lugares pródigos en cultura y bares.
Don
Marcelino, que también bebía, pero amaba a los libros por sobre todas las
cosas, donó, «por gratitud a la Ciudad de Santander», su biblioteca, compuesta
por más de cuarenta y dos mil volúmenes, «juntamente con el edificio en que se
halla». Y dispuso que no se destinase el sótano «a uso ni servicio alguno» que
la pusiera en peligro, y que «en el caso de que se levantara en dicho solar
algún pabellón o
edificio [...] habría de estar completamente aislado para evitar
todo riesgo de incendio». Una sabia prevención –en una ciudad que se ahoga en
llamas cada poco tiempo– que casi se viene al traste cuando, por la inutilidad
de la gestión en las obras del museo, el calor del fuego cercano llegó a
fracturar la cristalera que protege la vidriera emplomada del interior de la
biblioteca.
Ni
en estado etílico puedo imaginar lo que habría supuesto la pérdida de este
tesoro inigualable. Pero veo con claridad meridiana que entonces sólo un
milagro salvaría a Salvador.
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