El Diario Montañés, 27 de diciembre de 2017
La garrapata más
antigua del mundo es cántabra, macho y de El Soplao. Quizá su fama –o mejor la
de las cuevas– no libre de la despoblación al Valle del Nansa, donde, en
Herrerías, Ramón Cuesta educa en la vida y en valores a los ocho niños que van
a su escuela. Es un maestro de raza, que llegó a ser director general de
deportes del gobierno autonómico y no tuvo problema en regresar a su puesto. En
todo caso, el nombre de Cantabria, gracias a esa garrapata, sonará en ámbitos
científicos.
El conductor que
corría a 272 kilómetros por hora también es cántabro, y macho, aunque tuvo que
realizar su dudosa hazaña fuera de nuestras fronteras porque aquí, por la
peculiar orografía regional, no hay carretera que permita tales velocidades.
Tiene, según se ha sabido, veintinueve años, un Porsche Cayenne y poca cabeza,
pues, no contento con el hecho, subió el vídeo a Instagram, que es el universo
virtual donde algunos muestran sus gilipolleces para que todos las conozcan. A
su manera, también ha conseguido que Cantabria sea noticia.
Noticia hemos
sido últimamente por dos cantidades ingentes, récords mundiales en su
especialidad, o casi: veintiocho mil libros no identificados –sin papeles– que
se volatilizaron en el MAS de la noche a la mañana, y cuarenta mil piezas
defectuosas que pueden volar en cualquier momento de la estructura del Centro
Botín. Del museo nos anuncian que, tras el incendio, renacerá cual ave fénix
para convertirse en lo más de lo más; en el caso del Centro Botín, la prudencia
nos aconseja que en adelante miremos con un ojo a la bahía –tan bella, tan
nuestra– y con el otro a la fachada, no sea que nos sorprenda una lluvia de
estrellas de porcelana.
Ajeno a todo
esto, y supongo que feliz en su destino, debe de estar Ramón Cuesta, lejos del
mundanal ruido, explicando a sus alumnos todo lo que hemos avanzado como
especie, pese a que naciéramos millones de años después de la garrapata. Y eso
que la conducta de algunos homínidos le hace dudar de vez en cuando.